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10 abril, 2024Las enfermedades cardiovasculares son problemas de salud más frecuentes en personas de mediana y avanzada edad. Los ataques al corazón y los accidentes cerebrovasculares suelen ser fenómenos agudos que se deben a obstrucciones que impiden que la sangre fluya hacia el corazón o el cerebro. La causa más frecuente es la formación de depósitos de grasa en las paredes de los vasos sanguíneos que irrigan el corazón o el cerebro.
De acuerdo a las cifras de la Organización Mundial de la Salud, las enfermedades no trasmisibles son la primera causa de muerte en el mundo; se calcula que en 2015 murieron por esta causa 17,7 millones de personas, lo cual representa un 31% de todas las muertes registradas en el mundo y se estima que para el año 2030, esta cifra se incremente hasta los 23,6 millones de personas. De esas defunciones, aproximadamente 7,4 millones se debieron a cardiopatías coronarias, y 6,7 millones a accidentes cerebrovasculares.
La OMS reporta que, el 80% de las muertes por Infarto Agudo de Miocardio y de los Accidentes Cerebrovasculares son prevenibles y más del 75% se producen en países con ingresos bajos y medios, afectando casi por igual a hombres y a mujeres.
Factores de riesgo cardiovascular (RCV) no modificables
Como la edad, el género y los antecedentes familiares
Factores modificables
El colesterol elevado, la hipertensión arterial, la diabetes, el tabaquismo, la obesidad, el sedentarismo, consumo de alcohol y el estrés, son factores de riesgo modificables, que sí pueden ser prevenidos, tratados o modificados.
La medida más aceptada actualmente para medir la obesidad es el índice de masa corporal (IMC). Se calcula dividiendo el peso de una persona, en kilos, por la altura, en metros, elevada al cuadrado (kg/m²). Proporciona la medida más útil del sobrepeso y la obesidad en la población, puesto que es la misma para ambos sexos y para los adultos de todas las edades. La definición de la OMS es la siguiente; para los adultos:
Los estudios epidemiológicos a gran escala sugieren que la incidencia de patologías relacionadas con la obesidad, incluidas las metabólicas, el cáncer y la morbilidad cardiovascular, comienza a elevarse (aunque a un ritmo lento) cuando el IMC se encuentra a ≥25, sugiriendo que debería reducirse el umbral para definir obesidad. Un IMC entre 25 y 30 debe ser visto como clínicamente significativo y por tanto digno de iniciar una intervención terapéutica, especialmente en presencia de factores de riesgo que están influenciados por la grasa como lo son la intolerancia a la glucosa y la hipertensión.
La distribución de la grasa corporal en diferentes depósitos anatómicos tiene implicaciones importantes en la morbilidad. Específicamente, la grasa subcutánea abdominal e intraabdominal tiene más importancia que la grasa subcutánea presente en las nalgas y las extremidades inferiores. Esta distinción se hace clínicamente mediante la determinación de la medida de cintura abdominal.
En la determinación de la grasa intraabdominal los parámetros más ampliamente empleados han sido los recomendados por la OMS: aceptación de circunferencia abdominal de máximo 102 cm en hombres y un valor máximo de circunferencia abdominal de 88 cm en mujeres.
La presencia de alteraciones de lípidos en los niveles sanguíneos (hiperlipidemia), es un factor de riesgo importante en la génesis de la enfermedad de riesgo cardiovascular (RCV). Se ha estudiado las implicaciones que tienen las elevaciones del colesterol total (CT) y los niveles de triglicéridos (TG), los altos valores de lipoproteínas de baja densidad (LDL) y los bajos niveles de las lipoproteínas de alta densidad (HDL) como determinantes de un mayor RCV. Se aceptan parámetros como ideales en la prevención del RCV, indiferente de la condición biológica del individuo: CT < 200mg/dl, colesterol LDL < 100 mg/dl, colesterol HDL 40-60 mg/dl y niveles de TG < 150 mg/ dl.
El sedentarismo constituye otro factor de riesgo modificable, uno de los más importantes de mortalidad en todo el mundo (6% de defunciones a nivel mundial). Sólo la superan la hipertensión (13%), el consumo de tabaco (9%) y el exceso de glucosa en la sangre (6%).
El sobrepeso y la obesidad representan un 5% de la mortalidad mundial. La inactividad física está cada vez más extendida en muchos países, y ello repercute considerablemente en la salud general de la población mundial, en la prevalencia de enfermedades no transmisibles -ENT-, (por ejemplo, enfermedades cardiovasculares, diabetes o cáncer) y en sus factores de riesgo, como la hipertensión, el exceso de glucosa en la sangre o el sobrepeso. Se estima que la inactividad física es la causa principal de aproximadamente 21–25% de los cánceres de mama y de colon, 27% de la diabetes, y aproximadamente un 30% de las cardiopatías isquémicas.
Hay una relación directa entre la actividad física con la salud cardiorrespiratoria y reducción del riesgo de diabetes de tipo 2 (reducción de riesgo de enfermedad cerebrovascular, enfermedad cardiovascular e hipertensión).
Prevención
La actividad física mejora las funciones cardiorrespiratorias y metabólicas. Una buena forma física presenta relaciones dosis-respuesta directas entre la intensidad, la frecuencia, la duración y el volumen de actividad.
La reducción del riesgo se consigue a partir de los 150 minutos de ejercicio moderado o intenso a la semana. La actividad aeróbica facilita de manera continuada el mantenimiento del peso corporal.
Lo más importante para conseguir el equilibrio energético es la acumulación de actividad física y el consiguiente gasto de energía.
Prevención y tratamiento de la obesidad
– Alimentación ideal dieta mediterránea
– Ejercicio
– Reducción de raciones
– Aportación energética
– Variar proporción de nutrientes
Es aconsejable un consumo mayor de verduras y frutas, cereales integrales, lácteos bajos en grasa, pescado, legumbres y frutos secos. Disminuir la ingesta de carnes rojas, incluyendo carnes procesadas y alimentos azucarados.
La dieta mediterránea hipocalórica es el modelo que mejor representa este enfoque equilibrado y saludable, con baja ingesta de ácidos grasos saturados y azucares añadidos, un alto consumo de fibra vegetal y ácidos grasos monoinsaturados. Sus beneficios para la salud incluida la mortalidad están claramente establecidos.
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